martes, 6 de mayo de 2025

Carta para la paz, ESPAÑA (I)

Ángel Arribas desde España.

Querida Sociedad,

Te escribo hoy con el corazón sin dobleces y las manos extendidas, no como un político que busca soluciones estratégicas, ni como un filósofo que intenta desentrañar verdades absolutas, sino como un ser humano que, como tú, anhela vivir en un mundo donde reine la paz. Una paz que no es solo la ausencia de guerra, sino la presencia constante de entendimiento, empatía y amor.

Cuando miro a mi alrededor, veo un mundo lleno de contrastes: familias que se abrazan bajo el mismo techo, pero también corazones que se alejan por palabras no dichas; comunidades que luchan juntas por un futuro mejor, pero también sociedades divididas por prejuicios y odios ancestrales; naciones que firman tratados, pero también fronteras marcadas por el dolor y la desconfianza. ¿Dónde está la paz en todo esto? ¿Dónde está el equilibrio que tanto necesitamos?

Quiero creer que la paz comienza en lo pequeño, en lo cotidiano. En ese gesto de perdonar una ofensa sin esperar nada a cambio. En esa conversación sincera con un ser querido que lleva tiempo distante. En ese acto de escuchar sin juzgar, de entender antes de responder. La paz no es un destino al que llegaremos en algún momento, sino un camino que construimos cada día, paso a paso, decisión a decisión.

En el ámbito familiar, la paz puede ser tan simple como sentarse a la mesa y compartir una comida sin teléfonos ni distracciones, mirándose a los ojos y reconociendo que, aunque diferentes, todos somos parte del mismo núcleo. En el ámbito social, la paz puede manifestarse cuando elegimos tender puentes en lugar de levantar muros, cuando nos atrevemos a ver al otro no como un extraño, sino como un reflejo de nosotros mismos. Y en el ámbito político, la paz surge cuando los líderes priorizan el bienestar colectivo sobre intereses personales, cuando entienden que su poder no es para dominar, sino para servir.

Pero, ¿cómo lograrlo? Tal vez la respuesta esté en algo tan sencillo como el silencio. El silencio para escuchar al otro, para reflexionar sobre nuestras acciones, para conectar con esa chispa de bondad que todos llevamos dentro. La paz no exige grandes discursos ni gestas heroicas; a veces, solo necesita una sonrisa, una mano tendida, un "te entiendo" susurrado desde el alma.

Por eso, hoy te invito a buscar la paz en tu vida, en tu hogar, en tu comunidad, en tu corazón. No importa cuán grande o pequeño sea tu gesto, porque cada acto de paz es una semilla que, plantada con amor, puede florecer en un jardín de armonía. Juntos podemos transformar este mundo, no con armas ni gritos, sino con compasión y esperanza.

Que esta carta sea un recordatorio de que, aunque el camino hacia la paz sea largo y a veces difícil, vale la pena recorrerlo. Porque al final, la paz no es solo un sueño lejano; es una elección diaria que todos podemos hacer.

Con cariño y esperanza,

Ángel Arribas, un amigo que cree en la PAZ.


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